Cómo la Escuela Padre Hurtado de Punta Arenas hizo de la música y la innovación un motor para seguir adelante

 

Para poder comprender por qué estudiantes y ex alumnos de la Escuela Padre Hurtado de Punta Arenas son entrevistados por los medios de comunicación de la región, hay que entender la historia de este establecimiento. Una historia que, según la directora Hilda Cárcamo, es repleta de motivación, orgullo y compromiso por parte de los docentes de la escuela. Y también llena de superación.

El establecimiento fue creado en 1995 con la finalidad de recibir a niños repitientes y/o expulsados de otros colegios. El equipo académico tuvo que ingeniárselas para crear algo que a esos alumnos les atrajera, les gustara y no les sacara de su sistema educacional, cuyo índice de vulnerabilidad es superior al 60%.

Pensamos que quizás la música podría ayudarlos y, tras postular un proyecto junto a la alcaldía, nació, en 2002, la orquesta de cuerdas del colegio”, dice Sandra Gallegos, jefe UTP que trabaja en la escuela desde sus inicios.

Posteriormente, el colegio creó una banda de honor, una orquesta de bronce, sinfónica y de rock, además del grupo de coro, folklore y danza, algo que le valió, en 2014, el sello artístico musical.

Ese contacto de los estudiantes con el mundo de las artes visuales y sonoras les ha ayudado a salir de la calle, a darse cuenta “que ellos sirven, que valen, que tienen mucho futuro y potencial para ir más allá”, comenta Sandra.

Y eso también lo demuestran los muchos alumnos que han podido ingresar a la universidad. Este año, cinco ex alumnos iniciaron la Enseñanza Superior, varios de ellos gratis debido a su talento musical. Como si fuera poco, los conservatorios y universidades alejadas de Punta Arenas han ido a menudo a la escuela en búsqueda de nuevos estudiantes para sus orquestas. En febrero, otro estudiante más fue aceptado a la Orquesta Sinfónica de Concepción.

Gracias a esos logros musicales, varios alumnos, como José Flores -quien ganó un concurso nacional de chelo- salieron en la prensa local. Pero esa no fue la única razón por la cual la escuela se hizo conocida.

En 2008, el establecimiento ingresó a la Red de Escuelas Líderes de Educación en Pobreza -una iniciativa impulsada por la Fundación Chile, Fundación Educacional Arauco, Fundación Minera Escondida y El Mercurio- con un proyecto de una estación metereológica manejada por niños. La única del país que funciona así.

Todo empezó con un proyecto de la Dirección de Aeronáutica Civil, que instaló todos los equipos y le enseñaron a los profesores y a los niños a trabajar, a medir, a sacar datos sobre, por ejemplo, las rachas de viento y el nivel de humedad en el aire.

Los estudiantes de enseñanza básica publicaban entonces, en los paneles afuera del establecimiento, las cifras. Y la radio de la comuna, cuando hacía bastante viento, llamaba al colegio a preguntar cuáles eran las rachas de viento que se marcaban en la estación metereológica de la Escuela Padre Hurtado.

“Esos proyectos, tanto de la música como de la estación, hacen con que nos sintamos orgullosos de ser parte de la Red, es una experiencia muy gratificante”, dice Sandra. La directora Hilda agrega que su equipo de trabajo tiene una “alta disposición por participar en cada uno de los encuentros de la Red y que han incorporado “mucho de lo visto y aprendido en ellos”.

Desde su ingreso a la Red, ambas iniciativas del colegio han evolucionado.

Ahora la escuela tiene a varios niños con dificultades auditivas participando en la orquesta de cuerdas. El profesor de música trabaja particularmente con cada uno de los estudiantes a través de las vibraciones. Es un trabajo lento, pero fructífero y que tiene como objetivo darles una oportunidad de sentir la música.

Ya la estación metereológica desde el año 2016 emite los datos procesados en línea, que en vivo y en directo salen del colegio hacia al mundo. Los alumnos siguen metidos en esa actividad y a menudo tienen que dar entrevistas, llamadas y salen en la televisión. “Les subió la autoestima y encontraron también que es importante saber ciertas cosas de nuestro clima (…) es un trabajo integral”, comenta Sandra.

Ella agrega que los estudiantes “necesitan mucha confirmación, saber que ellos se la pueden”. Y exponer hace con que ellos sientan que lo que hacen es importante. Ya sea tocar un violín o chelo, participar en ferias de ciencia, o poder ser capaz de medir que este verano las rachas de viento fueron de 145 km/hora en la ciudad de Punta Arenas.

Texto por Amanda Marton.