Era año 2000 y, en la comuna de Lebu en la Región del Bío Bío, los adolescentes y jóvenes con algún tipo de necesidad educativa especial (NSE) no ingresaban a la Enseñanza Media. Las raras veces en las que los establecimientos aceptaban sus matrículas, estos reprobaban una y otra vez los cursos, hasta ser expulsados definitivamente de la educación formal.
Fue en esa época que el Liceo Técnico Profesional Dr. Rigoberto Iglesias Bastías, con índice de vulnerabilidad de 94,2%, decidió fomentar la inserción de alumnos con NSE a la enseñanza media técnico profesional en Lebu, algo inédito hasta entonces.
Los adolescentes, diagnosticados, por ejemplo, con déficit atencional, hiperactividad, aprendizaje lento y deficiencia mental, en primero y segundo año de la media eran apoyados solamente por docentes de educación diferencial. Ya en tercer y cuarto, se incorporaban los profesores de las especialidades de construcción, electricidad, mecánica industrial, acuicultura, administración, vestuario y confección textil y gastronomía. “Los apoyamos con insumos pedagógicos y tecnológicos y, al egresar del colegio, esos estudiantes, al igual que todos los otros, tienen la opción de realizar su práctica laboral y obtener su diploma técnico de su especialidad”, dice la docente Ana María Soto.
Desde entonces, las historias de éxito y superación no cesan.
Varios de los ex estudiantes del colegio han encontrado trabajo en lo que estudiaron. Por ejemplo: las que otrora fueron alumnas de gastronomía, hoy son manipuladoras de alimentos en colegios de la ciudad y/o en diversos restaurantes y ex alumnos de acuicultura desarrollaron sus prácticas en el laboratorio de la Universidad de Concepción.
Actualmente, los estudiantes de tercer y cuarto medio de servicios de alimentación aplican lo aprendido en la ejecución de un menú para 28 niños y niñas que dependen del Hogar de Cristo. “Lo más valioso de esta experiencia, es que son alumnas con necesidades educativas especiales que colaboran con esta labor solidaria”, comenta Ana María.
Asimismo, este verano un grupo de estudiantes, entre ellos varios alumnos con necesidades educativas transitorias, postularon un cortometraje “Y ustedes tampoco” al Festival Internacional de Cine de Lebu (FICIL). Fueron seleccionados como uno de los mejores guiones y exhibieron el corto frente a un gran público, donde pudieron interactuar con actores y directores de cine.
Esas historias seguramente explican por qué, el año 2009, el Liceo se incorporó a la Red de Escuelas Líderes de Educación en Pobreza, iniciativa impulsada por la Fundación Chile, Fundación Educacional Arauco, Fundación Minera Escondida y El Mercurio. También explican por qué la demanda por ser parte del colegio ha crecido en los últimos años, llegando a tener, este 2017 a 752 alumnos, de los cuales 120 corresponden a alumnos que se encuentran en el Proyecto de Integración Educativa.
“Estamos y seguiremos utilizando todo lo que la Red nos ha entregado para seguir mejorando y creando nuevos proyectos. Los colegios que participan son bastante entusiastas y eso nos incentiva a ser cada vez mejores”, comenta Brionka Godoy, jefe UTP del establecimiento. Lo que sí -añade- son pocos los proyectos de la Red exclusivamente para la Enseñanza Media, lo que de repente nos dificulta encontrar iniciativas que podamos replicar en nuestro Liceo.
Uno de los nuevos proyectos del liceo, es la mantención de ejemplares de congrio colorado en su laboratorio de acuicultura, todo en el marco de la iniciativa FONDEF que busca repoblar con ejemplares de esta especie a través de nichos artificiales en un Área de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos de Lebu. El curso 4° Año D de acuicultura, que cuenta con alumnos del proyecto de integración, entre ellos dos estudiantes con deficiencia auditiva, es el encargado de llevar esta iniciativa adelante.
Los desafíos por seguir avanzando son muchos, asegura Ana María. Es un trabajo lento, de varios años. Pero se declara confiada: nada es imposible si lo que entregarán a sus estudiantes será la oportunidad de “valerse por sí mismos en su vida de adulto/a, dando la tranquilidad a sus padres que podrán sostenerse aun cuando ellos ya no estén”, dice.
Texto por Amanda Marton.