Salas de clases que en lugar de indicar el número del curso poseen nombres de artistas nacionales e internacionales. Un uniforme que en vez de ser el clásico jumper, tiene poleras de colores: amarillo para primero y quinto año, rojo (segundo y sexto), verde (tercero y séptimo) y lila (cuarto y octavo básico). Padres que no se encuentran solo en las reuniones de apoderados, sino que también para manejar mesas de sonido y actuar en obras de teatro. Esa es la realidad del Colegio Roberto Matta en Quillota.
Tener una propuesta pedagógica con el arte como motor de aprendizaje se inició a partir de la reflexión de docentes y equipo directivo, en 2012, frente al bajo rendimiento escolar de sus estudiantes (en ese tiempo, solo niñas). Decidieron, entonces, experimentar con actividades extracurriculares, comenzando por una Orquesta de Cuerdas. Fue un éxito rotundo: el estudio del violín despertó en las alumnas y en sus familias un entusiasmo nunca antes visto.
Gracias a esos resultados primerizos, el equipo de trabajo del colegio investigó sobre los efectos del arte sobre el desarrollo infantil y tomó la medida de reformular el Proyecto Educativo Institucional e incluir el arte como un eje central del establecimiento. Cambiaron el nombre de la institución de Escuela República de Argentina a Colegio Roberto Matta —en homenaje al artista, arquitecto e poeta chileno de mismo nombre—, y dedicaron las horas de libre disposición de la jornada escolar completa a la danza, el teatro, la música y las artes visuales.
Con todos esos cambios siendo implementados, en 2015 fueron escogidos para integrarse a la Red de Escuelas Líderes de Educación en Pobreza, una iniciativa que impulsan Fundación Chile, Fundación Educacional Arauco, Minera Escondida y El Mercurio, con el objetivo de destacar proyectos innovadores que contribuyen a mejorar la calidad de la educación en contextos vulnerables. El Colegio Roberto Matta postuló con la iniciativa “Un colegio artístico en mi comuna”.
La importancia del proyecto, según dice la jefa UTP Carolín Pérez, es darle la oportunidad a los alumnos de realizar el proceso de enseñanza-aprendizaje, ocupando otra forma de aprender, “donde se pueda apreciar la función e importancia que tienen los sentidos en la comunicación y sensibilidad de las personas; que puedan expresarse en distintos medios y que desarrollen sus gustos y sentimientos por medio de una nueva experiencia”.
Desde entonces, estando en la Red, los resultados han sido “brillantes”, asegura César López, director de la institución: los estudiantes (hoy el colegio es mixto) han podido desarrollar habilidades de comunicación y expresión, han fortalecido su autoestima y tienen un compromiso mucho más grande con su lugar de estudio. Además, se ha evidenciado un aumento en la matrícula y mejores resultados en la prueba Simce. Pero más allá de los mejores resultados académicos, César destaca el rol profesional de la iniciativa: en 2015, Lilet Guerra, quien aprendió a tocar el violín en el colegio, fue la única estudiante que entró a la Orquesta de Quillota y ahora compone en saxofón; en 2016, 14 niñas fueron seleccionadas para la misma Orquesta.
“Me enorgullece saber que los trabajadores han hecho una reflexión más profunda de qué significa ser un colegio artístico. También el hecho de poder incorporar horas de educación artística al curriculum nacional, la codocencia… Son cambios curriculares que demuestran todo lo que hemos logrado hacer. Una revolución educativa. Me mueve el piso lo que hacemos”, comenta César.
Para 2017, el colegio ampliará el número de presentaciones —hoy realizan alrededor de dos mensuales— e incorporará mayores recursos para circo, teatro y danza. Además, organizarán encuentros de teatros y conversatorios que involucrarán a toda la comunidad, algo que César define como “recuperar espacios públicos desde la educación pública”.
Texto por Amanda Marton.